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Roger Cuenta Su Experiencia en Camerún

09/11/2016

¿Cómo y por qué has decidido ir a Camerún como voluntariado?

Desde que empecé la carrera de medicina he tenido muy claro que quería ser voluntario en algún país subdesarrollado. Realizar un voluntariado médico en una zona como Massangam dónde apenas hay un médico para 55.000 personas, también te ayuda a responsabilizarte del paciente. Entonces, ¿Qué he ido a hacer a Camerún como voluntario? A aprender las competencias, a sentir lo que es tener la responsabilidad de la salud de otra persona y sobre todo a empaparme de la cultura de otro país.

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Explícanos un poco sobre Camerún y Massangam.

Camerún es un país completamente diferente al nuestro. Para mí, era la primera vez que pisaba el continente africano, y la verdad es que no era nada que yo pudiera esperar. Lo que hice, fue aquello que me recomendaron otros voluntarios con los que me entrevisté antes de ir: hacer un borrón y cuenta nueva. Se trata de aceptarlo todo como una realidad completamente nueva y no tratar de hacer comparaciones con lo que hay en el primer mundo. Camerún es un país pacífico, sometido a una dictadura encubierta, donde la corrupción está al orden del día.

Nos encontrábamos en la región del Oeste, donde la “tribu” dominante son los Bamiléké, que se caracterizan por ser los más trabajadores e inteligentes del país. Se vanaglorian de que las grandes empresas del país pertenecen a manos Bamilékés. Sin embargo el actual gobierno (que es el de siempre), no invierte nada en la región del Oeste, por lo que las carreteras son de los años 60, llenas de verdaderos bultos, donde los coches tienen que ir frenando, los colegios son los mismos desde hace más de 30 años y la infraestructura pública es desastrosa. Massangam es una zona dentro de la región del Oeste. Aquí la población mayoritaria son los Bamoun, un pueblo islámico, donde los principios básicos son muy diferentes.

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Aquí los estetoscopios y glucómetros son materiales básicos de un centro médico. ¿Les faltan muchos materiales médicos en Camerún?

En el Hospital de Distrito de Massangam los únicos materiales básicos de diagnóstico eran el ecógrafo (que era antiguo y ni siquiera tenía función Doppler-Color), un electrocardiógrafo que el único capaz de leerlos de forma adecuada era Dr. Adonis, y con respecto a los análisis clínicos había pocas pruebas: la Hemoglobina, unas tiras de orina, y hacer una gota gruesa para la malaria y un Widal para la fiebre tifoidea. Había muy poco material, y lo poco que había es muy deficiente. Pero pese a la carencia de material médico adecuado, lo que más desataca es que en el propio hospital no hay agua potable. Hay un pozo y el agua se saca de ahí, pero no hay un sistema de canalización. Así pues no hay agua con la que limpiar nada. Hay un quirófano, pero el cirujano no puede limpiarse las manos de forma adecuada antes de cada intervención, por lo que sólo se pone yodo y alcohol para desinfectar.

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¿Cómo os recibieron a vosotros y a los materiales la gente de ahí?

Nos acogieron enseguida. Toda la población se movilizó para preparar nuestra llegada. Desde el alcalde, el prefecto, el dueño del pequeño y acogedor motel donde nos alojamos, los jefes de los diferentes centros de salud, los jefes tribales, brujos y la población local: todos estaban informados y encantados con nuestra llegada. Mi opinión personal es que pese a que realizamos nuestro servicio médico con toda la buena voluntad del mundo, el efecto moral que tuvimos en la gente fue mucho más importante: algo así como un “el mundo no nos ha olvidado”.

Respecto a los materiales que donó la fundación Antonio Cabré, 18 fonendoscopios, 18 otoscopios y 18 pulsioximetros, fueron recibidos con muchísimo agrado. Tras una reunión con los jefes de los centro de salud (había 18 centros por toda la zona de Massangam) se le repartió a cada uno de ellos uno de cada, lo cual supuso una gran mejora en su calidad asistencial. Muy pocos de ellos tenían un fonendo, y en la gran mayoría de los casos, pudimos comprobar que estaba en un pésimo estado. La llegada de los fonendoscopios, con la posterior formación, supuso una verdadera revolución: con este material se hace mucho más fácil discernir entre sí enviar al hospital de distrito al paciente o mantenerlo en el propio centro de salud, decisión muy importante cuando se está a 100 kilometros de distancia y el único medio de transporte es la moto del jefe de centro. Con respecto a los otoscopios, antes de la aportación de la Fundación, el único que había estaba en el hospital de Distrito, y muchas de las enfermedades otológicas que pueden solventarse localmente tenían que ser enviadas al hospital, y ya hemos comentado que el transporte, para estos casos de no-urgencia vital era inviable. Finalmente los pulsioximetros supusieron una gran innovación: aquí sí que tuvimos que hacerles mucha formación en su utilización, debido a que no sabían cómo utilizarlo ni interpretarlo y para ellos fue entendido como la “introducción de la medicina moderna”, en palabras del Dr. Adonis Zogne.

 

¿Qué tipo de actividades has realizado durante tu estancia?

Durante la primera y la segunda semana estuvimos en el hospital de distrito de Massangam, acostumbrándonos al manejo de algunas enfermedades (que aquí son muy raras, como por ejemplo la malaria o la fiebre tifoidea), a las pruebas complementarias disponibles y también a la integración del respeto de su cultura en la práctica médica. Parece evidente, pero en esa zona del mundo, hay que tener en cuenta que si tienes que pedir a una mujer que se quite la camiseta, el marido tiene que estar delante. Hay que recordarse constantemente que no vas a ir a cambiar radicalmente su forma de ver la vida sino a intentar ofrecer un apoyo. Por la mañana pasábamos consultas, la ronda y por la tarde-noche apoyábamos en el quirófano. La jornada era de unas 12 horas al día y a veces teníamos que acudir a alguna urgencia. La tercera semana fuimos al Hospital de Bandja, que es un hospital con mucho más material y agua corriente, aunque desde luego no tienen tanto como cualquiera de los Centros de Atención Primaria. Estuvimos en la parte de “urgencias” que es aquí dónde hay que discriminar entre ingresar a los pacientes o hacer un tratamiento ambulatorio. La cuarta semana fue mi favorita porque fuimos por parejas a los “Centre de Santé Intégré”(CSI), equivalentes a los “CAP”, donde pasamos visita a todos los pacientes, aparte de algo de formación al personal sobre los nuevos materiales que les llevamos. Aquí teníamos que ver a muchos pacientes, debido a que visitábamos los diferentes pueblos cuando era día de mercado, hecho que aprovechaban muchos para ir CSI y consultar acerca de sus dolencias. Durante la quinta semana volvimos al hospital para adecuar la sala de curas, que pudimos mejorar gracias a la colecta que recogimos entre nuestros familiares y amigos.

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 ¿Cómo valoras tu experiencia? ¿La repetirías?

La experiencia ha sido muy positiva. Aprendes muchas cosas, no sólo profesionales. Cuando viajas te empapas de la cultura, de forma obligada, pero si lo haces como voluntario, te encuentras rodeado de la población local que no está a tu lado después de convivir siempre con otros turistas como lo haría un guía, sino con gente mucho mas autentica que te contaran sus preocupaciones y su forma de pensar sin haberse “contaminado”, sin moderarse por influencia foránea, lo cual te ofrece una visión más acercada a su realidad. La paciencia y el hablar con la cabeza fría son dos competencias también muy importantes y eso lo aprendes al encontrarte en situaciones desagradables que requieren de mucha calma, como por ejemplo encontronazos con la corrupción policial. Desde el punto de vista humano, hay mucho que aprender. Ver cómo se las arreglan en un país en vías de desarrollo, con muy pocos recursos te da qué pensar. Una reflexión también sobre nuestros recursos y en cómo se utilizan. También ver cómo cosas que parecen importantes desde el punto de vista humano y que debiera ser compartido por toda la humanidad, no son más que algo completamente cultural: por ejemplo, el valor de la vida de un niño. En definitiva, creo que un voluntariado en la época universitaria debería ser algo que todo el mundo debiera hacer. Es algo que ayuda mucho a la maduración del joven adulto y que da un punto de vista mucho más amplio sobre cómo funciona el mundo y la gente.